Nuestro cerebro se encuentra en constante actividad con una media de 60.000 pensamientos diarios. La función de nuestra mente es producirlos, por lo que suspender la corriente de pensamientos es imposible, pero sí que podemos conducir nuestro foco de atención. Porque nuestra mente se puede entrenar y, aquí, es donde entra en juego el poder de la meditación. Meditar es un método para cultivar la mente, mejorar la atención, energía y lucidez.
Beneficios de la meditación
Los beneficios de meditar son muchos y, actualmente, la meditación está avalada por la ciencia, encontrándose literatura científica basada en estudios que la respaldan. Y es que las personas que la practican como costumbre, llevada a cabo a diario durante un periodo de tiempo, se ven beneficiados de este hábito a muchos niveles, tanto personal como con su relación con el mundo.
Lo más sorprendente de estos estudios científicos, es que algunos de ellos muestran cómo meditar de forma prolongada, provoca cambios en el hipocampo, en el grosor y en la densidad de la materia gris. Otro estudio realizado en jóvenes budistas del Monasterio de Scheche, por neurólogos del Centro de Waisman de la Universidad de Wisconsin, reveló que el número de conexiones neuronales de los monjes era superior, comparado con el de la población de la misma edad que no meditaba.
A estos cambios en el cerebro, se le suman otros múltiples beneficios a quienes practican la meditación:
- Reduce el estrés y la ansiedad, ayudando a tener la mente más relajada
- Mejora el estado de ánimo, reduciendo el riesgo a padecer depresión
- Ayuda a mejorar la calidad del sueño, favoreciendo a un sueño reparador
- Reduce los pensamientos negativos, favoreciendo a una estabilidad emocional
- Ayuda a relativizar y ver la vida sin melodramas
- A través de vivir el momento presente, controla la culpa, la vergüenza y la ira
- Mayor capacidad de aprendizaje, memoria, atención y concentración
- Reduce los procesos inflamatorios y la intensidad de procedimientos dolorosos
- Mejora el funcionamiento del sistema cardiovascular e inmunológico
- Relaja la tensión muscular de todo el cuerpo
- Más empatía con las personas y el mundo
- Ayuda a respirar mejor y, a través de esta, eliminar toxinas del organismo
Consejos para empezar a meditar
Comodidad
El confort para meditar es primordial y la elección de la ropa y el lugar, girará entorno a conseguir este estado. Viste con aquellas prendas que permitan a tu cuerpo sentirse bien, sin incomodidades que puedan distraer. Respecto al lugar, aunque meditar se puede realizar incluso mientras haces otras actividades como pasear, para empezar, te aconsejamos encontrar un espacio tranquilo en tu hogar. Un sitio sereno, con luz tenue, donde nadie ni nada te moleste. Intenta que en los inicios de la práctica, hasta que no tomes el hábito, siempre sea el mismo sitio para que tu cerebro lo asocie con la meditación. En cuanto a la posición, lo ideal es hacerlo en la postura de loto, sentados/as con la espalda erguida y las piernas cruzadas. Pero si resulta incómodo, puedes ayudarte con unos cojines bajo los glúteos.
La respiración es la guía
La respiración conecta el cuerpo y la mente, manteniéndonos conscientes del momento presente. Para comenzar a meditar, basta con observar la respiración, centrando toda la atención en cómo entra por la nariz y cómo la conduces hacia un lugar de tu cuerpo. Haz esto de forma repetida, inhalando y exhalando suavemente, concentrándote en las sensaciones que sientes al entrar el aire y salir por tus fosas nasales. Nota como tu pecho se infla y desinfla, al igual que lo hace tu abdomen. Observa con curiosidad cómo se escucha el movimiento de la respiración dentro de ti.
No entres en conflicto
Entabla una amistad con tu mente, porque los pensamientos son parte del proceso. Es muy común que cuando intentas concentrarte en tu respiración, te asalten pensamientos a tu mente sin parar. No te alarmes por esto, al empezar es habitual que suceda. Lo importante y lo bonito es ver cómo poco a poco, a través de la constancia, este hecho se supera. Tus pensamientos no van a parar, por lo tanto, es mejor tomar una actitud amable: observarlos, sin intentar eliminarlos o evitarlos y, de nuevo, vuelve a conducir tu atención en la respiración. Cuanto más tiempo practiques esto, más los silenciarás. Porque la meditación no es dejar la mente en blanco, es ralentizar la fuerza y la frecuencia de los pensamientos.
La constancia es la clave
Al revés de lo que sucede con otras prácticas, para meditar es conveniente la cantidad que la calidad. La cantidad de veces que medites, serán las que te hagan avanzar en la meditación. Y, como al inicio es complicado aguantar mucho tiempo, es preferible que hagas 5 minutos diarios a no hacer nada. O, realizar meditaciones cortas a lo largo del día hasta que tomes el hábito. No es aconsejable alargarlo demasiado. Al principio, la calidad de la práctica, no será buena. Como explicamos anteriormente, te asaltarán pensamientos, quizá no acabes de encontrar la posición y la distracción se hará dueña de tu momento. Pero, volvemos a repetir que para iniciarse es mejor la cantidad que la calidad. Con el tiempo esto irá cambiando de forma orgánica.
“No pasa nada”
“No pasa nada” debe ser un mantra en la iniciación. La recomendación que dan muchos maestros y maestras es que no debemos tomarnos tan en serio nuestras meditaciones al empezar. Si somos muy estrictos/as, la energía disminuirá, así como las ganas y el entusiasmo, aumentando la fatiga y el estrés. Estos estados no favorecen nada de nada y entorpecen la meditación. No añadas más problemas y sufrimientos a tu vida. Meditar tiene su proceso de aprendizaje y es natural que nos equivoquemos durante las prácticas. Recuerda que para avanzar en este camino, el miedo al fracaso no es una opción.